SALUTACIÓN A LOS LECTORES

Este blog de análisis y reflexión, nace con la pretensión de contribuir al debate sobre el futuro y la SOStenibilidad del Sistema Sanitario Público en España, desde la óptica de los valores y principios de la Bioética, asumiendo la calidad y la excelencia como imperativos éticos.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

El discreto encanto de la pereza

Realmente la nuestra es una sociedad peculiar. Aquí en España, todos hemos oído a muchos padres hacer la siguiente afirmación: ¡Nuestro hijo es muy listo… pero muy vago!, especialmente quienes nos dedicamos a la docencia, en cualquiera de sus niveles educativos.
Si nos detenemos un poco en la reiteradísima frase, observamos que encierra mucha información sobre quienes somos y que es lo que más valoramos.
Por definición (y por naturaleza) nadie habla mal de sus cachorros, lo que induce a estar de acuerdo en que decir de un hijo que es listo, es un mensaje positivo y generador de humano orgullo paterno-filial, pero afirmar alegremente que es tan listo como vago resulta algo chocante… ¿Acaso es meritoria la vagancia? ¿Es una condición o cualidad que deba satisfacer a los progenitores hasta el extremo de proclamarla con agrado?  Si no es así… ¿Por qué se vincula la segunda, a la primera cualidad?
No ocurre lo mismo en los países anglosajones o germanos. Allí se diría lo contrario: “Mi hijo es muy trabajador pero tiene sus limitaciones”
Está claro que, en cualquier lugar, es un valor la inteligencia pero, por aquellas latitudes, no lo es la pereza.
Sin embargo, nosotros la esgrimimos como justificativa del escaso rendimiento del infante… ¡pese a lo talentoso que es!
Está muy claro, la pereza es admitida y asumida como un mal menor, algo tolerable y perdonable… ¡siendo tan listo!
Las frases anteriores ofrecen materia para todo un estudio sociológico.
Analicémoslas someramente:
1-Si se trata de mi hijo: Por fuerza ha de ser muy capaz.
2-Si no obtiene excelentes calificaciones: Algo falla.
3-Serán los profesores: incapaces de apreciar su valía.
4- Siendo tan despejado: ¿Importa tanto que sea vago?
5-Nadie es perfecto.
En esas estamos: esta nación está llena de gente “tan vaga como inteligente”… y así de bien nos va. Lejos de comprender que no todos somos lumbreras y que, con extraordinaria frecuencia, acaba siendo más eficaz la tenacidad que la inteligencia, no estimulamos la constancia ni premiamos el esfuerzo y la perseverancia, tampoco la paciencia y el empeño… ¿para qué? si nos sobra talento. La anterior tesitura es la antesala psicológica e intelectual de la famosa frase crítica de Unamuno: “que inventen ellos”.
Y claro, así, no  inventamos ni tampoco patentamos. Lo que nos sitúa a la cola de Europa… ¡siendo tan geniales, imaginativos y creativos!
Detecto en esto otro paralelismo entre educación y sanidad: igual que no existe un derecho absoluto a la salud, tampoco puede haberlo al éxito académico.
Está muy bien que se nos asegure asistencia sanitaria de calidad y buena formación educativa (ambas universales)… pero el resultado variará en función de otros muchos factores, no garantizables por nada ni por nadie. Entre ellos: la genética, el bagaje, el entorno urbano-social y, sobre todo, las capacidades y las actitudes personales; interés, tesón, dedicación e ilusión.
Desgraciadamente, ni todo el mundo es intelectualmente brillante ni tampoco estaremos todos siempre sanos.
Mejor sería que nos ocupáramos más de transmitir adecuados valores a nuestros hijos, en vez de etiquetarlos, vanidosamente y de antemano, como inteligentes, disculpándolos de su ociosidad y de su falta de interés y responsabilidad.
Ése sería el camino correcto para propiciar ciudadanos competentes y competitivos, contando con la existencia de una verdadera igualdad de oportunidades, lo que sí constituye una obligación de los poderes públicos.

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