Excluida
la absoluta carencia de medios materiales para la subsistencia, situación que
lamentablemente sufren muchas personas, considero que la estrechez mental es la
peor de las pobrezas humanas.
Con
frecuencia detecto rigideces (ideológicas, sociológicas, económicas,
políticas, morales y religiosas) que empequeñecen a los que las
padecen y están empeñados en vivir conforme a ellas.
No se dan cuenta de que sus peores enemigas son: la impermeabilidad y la inflexibilidad.
Quienes
profesan asfixiantes protocolos vitales no son conscientes del
daño que se hacen y del que proyectan.
Es
natural, humano y saludable el deseo de transmisión a los
descendientes de nuestros principales valores, aquellos sobre los que articulamos
y fundamentamos la existencia.
Aceptado
lo anterior: ¿Les beneficiamos, pasándoles claves tan herméticas?
En
la sociedad de la comunicación, la incertidumbre, la globalidad y la
interdependencia no es práctico, ni tiene sentido, educar en el absoluto
convencimiento de la exclusividad, el acierto y la inmovilidad de los propios
parámetros de conducta, frente a los poco consistentes y equivocados del resto de los mortales.
Considero
no defendible aquello del mejor idioma, la más correcta adscripción política,
el incomparable estilo de vida, la exitosa estructura social, el ocio propio como
el más válido, la inigualable gastronomía, el más bello de todos los paisajes,
el único Dios verdadero, etc.
En
definitiva, estamos en posesión de la verdad absoluta mientras los demás viven
en el error y en la oscuridad. Todos ellos son ignorantes y nosotros sabios. Sólo
algunos “elegidos” disfrutamos de la luz y del misterio.
¿Es
adecuado y decente imponer ese exiguo mensaje a quienes debemos educar?
¿Merece la pena hacerlo de manera tan monolítica?
Dogmatismos, fundamentalismos, integrismos, fanatismos y totalitarismos conforman un universo común e inhumano
(en el sentido literal del término: impropio de lo humano). Entiendo que lo que
nos caracteriza como especie evolucionada, frente a la irracionalidad del resto
de los animales, es el empleo de la lógica y el análisis racional, la aceptación
de la contradicción, la apertura mental a la relatividad, a la duda y a la
temporalidad de todo (incluidos nuestros posicionamientos, que pueden ser
mutables, equivocados o desfasados) y el convencimiento de la existencia de capacidad,
inteligencia, acierto, sensatez y nobleza, fuera de nuestra cultura, nuestra filosofía, nuestro discurso
o nuestras creencias.
Quienes
no aceptan lo anterior actúan atrincherados en el chovinismo-aldeanismo de su
propio pueblo, su región, su país, su política, su nación o sus sentimientos e ideas de trascendencia… despreciando
cuanto ignoran y rechazando con rotundidad lo ajeno: por insuficiente, desacertado, perverso, malintencionado o pecaminoso.
Es preferible el líder criticable y criticado al caudillo incuestionable e idolatrado.
Es preferible el líder criticable y criticado al caudillo incuestionable e idolatrado.
Fuera
de determinados y muy específicos ámbitos profesionales (ejército,
policía, judicatura, etc.), habría que huir del código estricto, la férrea
disciplina, el manifiesto indiscutible, el credo
excluyente y la fe ciega.
Siempre
he percibido en la intransigencia un rotundo signo de cobardía, comodidad y precariedad intelectual.
Cuando alguien se pone las orejeras ante el conocimiento de los demás....pues eso..no ve nada.
ResponderEliminarY hay quien se compró muchos pares de orejeras en el todo a 100....hace años.