Es muy lamentable experimentar una sensación de hartazgo, derivada de las continuas y contundentes sospechas de corruptelas (y corrupciones) de los dirigentes que gobiernan nuestro país, y de los que lo han gobernado.
Tras el debacle anterior, en el que casi todo fue
fanfarria y falso buenismo (si acaso, salvaría la Ley de Dependencia… si
dinero hubiera para desarrollarla), esperábamos: más seriedad, preparación y
honestidad.
¿Qué tenemos a día de hoy?: fundadas sospechas de lo
contrario.
Con acertado criterio, se habla cada vez más del PPSOE, ya que la alternancia no parece
ser mucho más que esto: el recambio periódico de los unos por los otros, para
perpetuarse todos ellos en el poder, a costa de quién exclusivamente vota y
paga: el Pueblo soberano.
Perplejidad es lo que se proyectó en el reciente
debate parlamentario, celebrado el día 1 de este mes. El presidente del
gobierno no explicó nada de lo que interesaba y el jefe de la oposición se
rasgó las vestiduras ante tamaña decepción… como si a los de su partido, lo de
la corrupción les fuera algo ajeno, lejano y desconocido.
También se escandalizaron los representantes de los
partidos hegemónicos catalanes y vascos, dado que en sus respectivos
territorios y con sus correspondientes gobiernos, ni atisbo de corrupción
parece haber habido (incluso existiendo ya sentencias firmes).
Si colectivamente no somos rematadamente estúpidos:
¿Cuáles son las claves?
¿Seguro que no hay una mejor alternativa para el uso
útil, sensato y racional de nuestro voto?
¿Estamos condenados a ser liderados por quienes han
dado sobradas muestras de incoherencia, inoperancia y cinismo,
cuando no de delincuencia?
En Cataluña, al CiU. En el País Vasco, al PNV. En el
resto de España, al PPSOE… y en ello
estamos.
Mi paisano, el experimentado periodista Ángel Montiel,
titula su columna, en el Diario La Opinión de Murcia, “La feliz
gobernación”… pues eso: sigamos así, de generación en generación, que para ello
existen las organizaciones juveniles de los partidos, para tomar el relevo e
imitar lo que han visto y vivido , ya que a sus mayores (sus referentes), muy bien que les ha ido.
Y en medio, la crisis del estado de bienestar:
pensiones, sanidad, educación, empleo, dependencia, investigación, justicia,
seguridad, obra pública, etc.… ¡Menudo panorama!
¿Qué tal una vuelta a la enseñanza de nociones básicas
de Filosofía, en los estudios de Bachiller, incluido el mensaje consistente en
que no es aceptable la política sin la ética?
Estaría bien que, incluso antes de esto, en la
escuela, cuando se les enseña a los niños a leer y a escribir las primeras
letras, en lugar de ponerles en el encerado el manido: “mi mamá me ama”, “yo amo a mi mamá”, probáramos a fomentarles
el espíritu crítico, haciéndoles repetir, una y otra vez, frases como éstas:
1-La honradez
es lo primero.
2-Importan la
verdad y la transparencia.
3-Nunca comulgaré con ruedas de
molino.
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