SALUTACIÓN A LOS LECTORES

Este blog de análisis y reflexión, nace con la pretensión de contribuir al debate sobre el futuro y la SOStenibilidad del Sistema Sanitario Público en España, desde la óptica de los valores y principios de la Bioética, asumiendo la calidad y la excelencia como imperativos éticos.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Pobreza dentro de la cabeza



Excluida la absoluta carencia de medios materiales para la subsistencia, situación que lamentablemente sufren muchas personas, considero que la estrechez mental es la peor de las pobrezas humanas.
Con frecuencia detecto rigideces (ideológicas, sociológicas, económicas, políticas, morales y religiosas) que empequeñecen a los que las padecen y están empeñados en vivir conforme a ellas.
No se dan cuenta de que sus peores enemigas son: la impermeabilidad y la inflexibilidad.
Quienes profesan asfixiantes protocolos vitales no son conscientes del daño que se hacen y del que proyectan.
Es natural, humano y saludable el deseo de transmisión a los descendientes de nuestros principales valores, aquellos sobre los que articulamos y fundamentamos la existencia.
Aceptado lo anterior: ¿Les beneficiamos, pasándoles claves tan herméticas?
En la sociedad de la comunicación, la incertidumbre, la globalidad y la interdependencia no es práctico, ni tiene sentido, educar en el absoluto convencimiento de la exclusividad, el acierto y la inmovilidad de los propios parámetros de conducta, frente a los poco consistentes y equivocados del resto de los mortales.
Considero no defendible aquello del mejor idioma, la más correcta adscripción política, el incomparable estilo de vida, la exitosa estructura social, el ocio propio como el más válido, la inigualable gastronomía, el más bello de todos los paisajes, el único Dios verdadero, etc.
En definitiva, estamos en posesión de la verdad absoluta mientras los demás viven en el error y en la oscuridad. Todos ellos son ignorantes y nosotros sabios. Sólo algunos “elegidos” disfrutamos de la luz y del misterio.
¿Es adecuado y decente imponer ese exiguo mensaje a quienes debemos educar? ¿Merece la pena hacerlo de manera tan monolítica?
Dogmatismos, fundamentalismos, integrismos, fanatismos y totalitarismos conforman un universo común e inhumano (en el sentido literal del término: impropio de lo humano). Entiendo que lo que nos caracteriza como especie evolucionada, frente a la irracionalidad del resto de los animales, es el empleo de la lógica y el análisis racional, la aceptación de la contradicción, la apertura mental a la relatividad, a la duda y a la temporalidad de todo (incluidos nuestros posicionamientos, que pueden ser mutables, equivocados o desfasados) y el convencimiento de la existencia de capacidad, inteligencia, acierto, sensatez y nobleza, fuera de nuestra cultura, nuestra filosofía, nuestro discurso o nuestras creencias.
Quienes no aceptan lo anterior actúan atrincherados en el chovinismo-aldeanismo de su propio pueblo, su región, su país, su política, su nación o sus sentimientos e ideas de trascendencia… despreciando cuanto ignoran y rechazando con rotundidad lo ajeno: por insuficiente, desacertado, perverso, malintencionado o pecaminoso.
Es preferible el líder criticable y criticado al caudillo incuestionable e idolatrado.
Fuera de determinados y muy específicos ámbitos profesionales (ejército, policía, judicatura, etc.), habría que huir del código estricto, la férrea disciplina, el manifiesto indiscutible, el credo excluyente y la fe ciega.
Siempre he percibido en la intransigencia un rotundo signo de cobardía, comodidad y precariedad intelectual.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Educación, apoyo y financiación



Por la experiencia adquirida en la crianza, y fruto de mi andadura como padre, entiendo que, en la formación de los hijos, existen dos etapas claramente diferenciadas: desde que nacen hasta que alcanzan la mayoría de edad y desde ese instante, hasta que se independizan definitivamente… en el caso de que llegue el momento, tal y como está el panorama para la gente joven.
Lo anterior, sin olvidar que los vínculos con los hijos no  desaparecen nunca, dado que suelen constituir la  contribución al mundo, de la que nos sentimos más  satisfechos. Desde que el recién nacido, impulsado por un acto reflejo-instintivo, se nos agarra fuertemente al dedo pulgar, nunca ya se  soltará… ¡así es la paternidad!
En el primero de esos dos periodos, lo fundamental es la transmisión de destrezas y valores: sin aquellas no habrá crecimiento ni supervivencia y sin éstos, no se formarán como personas maduras.
Educar en valores éticos (libertad, dignidad, generosidad, responsabilidad, honestidad, justicia, tolerancia, altruismo, solidaridad, respeto, tenacidad, civismo, esfuerzo, veracidad, objetividad, etc.) es imposible, si se intenta hacerlo sin presencia. Son criticables los padres ausentes y los "escapistas", que creen acertar encargando el cuidado y la formación a terceras personas.
También suele ser lamentable la manifiesta falta de coherencia. Los niños son ingenuos pero no torpes, detectando nuestras contradicciones y falsedades con extraordinaria rapidez y sutileza, reconocen como válido sólo aquello que nos ven practicar, con independencia del discurso que les intentemos implantar. La educación tiene mucho de imitación.
Además, es imprescindible la escolarización, que representa el otro gran elemento integrador y transmisor de cultura: casa, escuela, familia y sociedad, se complementan necesariamente sin sustituirse.
Los infantes necesitan valores familiares y comunitarios porque vivirán en sociedad (otro ejemplo más de lo cercanas que están la educación y la sanidad: también  la medicina de familia y comunitaria es el pilar asistencial fundamental).
Sin la formación colectiva, compartiendo aula, patio, deporte, ocio, aciertos y fracasos, no serán comunicativos, asertivos, ni integradores, deviniendo en egoístas y auto-referenciales.
Cumplidos los 18 años, las bases deben estar establecidas y consolidadas, siendo ya escasa la aceptación y eficacia de los consejos paternos. Sin embargo, y paradójicamente, es ahora cuando demandarán un mayor esfuerzo económico: deseos de viajar y conocer, compromisos sociales y afectivos, necesidades de preparación y capacitación profesional, estudios universitarios, etc.
Dejaron de ser niños y adolescentes, llegando a jóvenes adultos, con criterio, proyectos y ambiciones… pero no generan ingresos, sino todo lo contrario: muchos gastos.
Superada la fase de las advertencias… ahora son imprescindibles el apoyo y la financiación.
Hay que respetar sus preferencias, apoyar sus decisiones, animar sus ilusiones y financiar sus aspiraciones académicas, siempre que se pueda, claro está.
Nunca nos vamos a arrepentir de haber invertido en nuestros hijos. No nos queda otra, si pretendemos ser “los mejores padres”.